Benito Quinquela Martín, los colores de la Boca
El 1 de marzo de 1890 nacía
el pintor más popular de la
Argentina. Su vida, sus obras, su barrio y la gente hicieron
del artista un personaje importante en la historia del arte argentino.
A los pies de Caminito,
funcionaba su taller. Desde ese ventanal, en el tercer piso del Museo, espiaba
a barcos, astilleros y trabajadores portuarios; ahí nació gran parte de sus
cuadros. Aunque recordaba con suma nostalgia y sonrisas sus casi siete años en
la “Casa de los Expósitos” (actual Casa Cuna), su niñez estaba pintada del gris
de los hábitos de las monjas y paredes del orfanato. El juego de colores, luces
y sombras de sus obras son el contraste exacto de lo sombrío de su infancia.
Con esa virtud de codearse con los más humildes y, al mismo tiempo, con las clases altas, supo plasmar en sus pinturas el trabajo y la gente. A pesar de la crítica con la que tuvo que lidiar durante toda su vida, y aún después de su muerte, Quinquela es uno de los personajes más queridos del arte y del país. En 1925, el presidente Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928) lo envió a Francia para que sus obras fueran juzgadas en París. En Europa, conoció a Benito Mussolini, quien quedó fascinado con su trabajo, compró más de una decena de cuadros y hasta llegó a ofrecerle un cheque en blanco por Crepúsculo, pero rechazó la oferta porque era su preferido.
Los pintores y personalidades de la época lo consideraban un comerciante del arte y su obra era muy criticada por su pictórica y su temática repetitiva de barcos y astilleros. Enio Iommi –escultor Argentino– llegó a decir que Quinquela no representaba “la cultura pictórica sino el populismo pictórico”; en cambio, Raúl Lozza –fundador del Perceptismo– habla del pintor de la Boca como del “primer paso hacia la pintura populista”.
Con esa virtud de codearse con los más humildes y, al mismo tiempo, con las clases altas, supo plasmar en sus pinturas el trabajo y la gente. A pesar de la crítica con la que tuvo que lidiar durante toda su vida, y aún después de su muerte, Quinquela es uno de los personajes más queridos del arte y del país. En 1925, el presidente Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928) lo envió a Francia para que sus obras fueran juzgadas en París. En Europa, conoció a Benito Mussolini, quien quedó fascinado con su trabajo, compró más de una decena de cuadros y hasta llegó a ofrecerle un cheque en blanco por Crepúsculo, pero rechazó la oferta porque era su preferido.
Los pintores y personalidades de la época lo consideraban un comerciante del arte y su obra era muy criticada por su pictórica y su temática repetitiva de barcos y astilleros. Enio Iommi –escultor Argentino– llegó a decir que Quinquela no representaba “la cultura pictórica sino el populismo pictórico”; en cambio, Raúl Lozza –fundador del Perceptismo– habla del pintor de la Boca como del “primer paso hacia la pintura populista”.
Ya con su imagen bien
ganada, empezó a tomar un lugar mayor en el mundo del arte por su calidad
artística y no por el personaje que era. “La gran diferencia entre él –asegura
Víctor Fernández, curador del Museo Benito Quinquela Martín– y el resto de los
pintores es que no se parece a nadie; la mayoría tiene un aire a tal o cual
artista, pero Quinquela no: Un Quinquela, es un Quinquela”.
Sus cuadros están en las galerías más importantes del mundo, y si uno pregunta en cualquier esquina de Buenos Aires por cinco pintores, entre ellos está Quinquela. Es como pedir que nombren a cinco escritores: indudablemente, en la lista estaría Borges, aunque no lo hayan leído. Y con él sucede lo mismo.
Su obra tiene una identidad cultural propia, casi incalificable, y ese fue uno de los factores que más conspiraron contra su rápido reconocimiento. La autenticidad en su estilo y la simplicidad y belleza de su trabajo hicieron y hacen de él no sólo un creador inimitable sino también un personaje en sí mismo. Fallece el 28 de enero de 1977.
Sus cuadros están en las galerías más importantes del mundo, y si uno pregunta en cualquier esquina de Buenos Aires por cinco pintores, entre ellos está Quinquela. Es como pedir que nombren a cinco escritores: indudablemente, en la lista estaría Borges, aunque no lo hayan leído. Y con él sucede lo mismo.
Su obra tiene una identidad cultural propia, casi incalificable, y ese fue uno de los factores que más conspiraron contra su rápido reconocimiento. La autenticidad en su estilo y la simplicidad y belleza de su trabajo hicieron y hacen de él no sólo un creador inimitable sino también un personaje en sí mismo. Fallece el 28 de enero de 1977.
Fuente:
Argentina.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario